En estos días los trabajadores estamos mirando como el capitalismo cruje y entra en crisis. Para entender que está pasando y poder dar una respuesta como clase trabajadora a la ofensiva que los capitalistas pretenderan hacer sobre nuestras espaldas publicamos este artículo aparecido en nuestro periódico Socialismo o Barbarie.
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La crisis financiera yanqui y el posible vuelco en la situación política internacional
El cuestionamiento más serio al capitalismo neoliberal
“La base del estilo de capitalismo estadounidense está por colapsar”. (diario Mainichi Shimbum, Japón, columna del 21 de septiembre, tomado de La Nación).
Hace más de treinta años el capitalismo mundial cambiaba su forma de organización. A lo largo de toda la segunda posguerra (desde el año ‘45) y hasta comienzos de los años ’70, había funcionado de una manera que significaba –en última instancia– un “tributo” a la revolución socialista en Rusia en 1917. Es que esta revolución, de profundo impacto mundial y que había expropiado a los capitalistas en el enorme país euroasiático, sumada a la crisis económica de los años ’30, significó el cuestionamiento más profundo sufrido por el sistema capitalista internacional en toda su historia.
Del Estado “benefactor” al neoliberalismo
Superar ese cuestionamiento no sólo implicó determinados ataques y derrotas a luchas de los trabajadores en todo el mundo: la burocratización de la ex URSS, la Alemania de Hitler, la derrota de la clase obrera en la guerra civil española, etc. Simultáneamente, luego de la carnicería mundial ’39-’45, comprendió darles una serie de profundas concesiones a los trabajadores y sectores populares a todo lo largo y ancho del globo terráqueo. La reducción de la jornada laboral; el reconocimiento de domingos y feriados; el pleno empleo; el sistema estatal de jubilaciones, pensiones y educación pública; vacaciones pagas, etc. Toda una forma de organización de la economía capitalista tuvo que ser puesta en pie, forma de organización que se dio en llamar “Estado benefactor”.
Sin embargo, promediando la década del ’70, ocurrieron dos fenómenos simultáneos: por un lado, este sistema de “protecciones” a las masas trabajadoras había devenido demasiado costoso para los capitalistas. Al mismo tiempo, tanto en la ex URSS como en China (donde también fueron expropiados los capitalistas en 1949) y demás estados mal llamados “socialistas”, había comenzando un profundo proceso de deterioro que los llevaría de vuelta al capitalismo (salvo en Cuba, hasta ahora...) para comienzos de la década del ’90.
Margeret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en los Estados Unidos encarnaron este “toque de rebato” de los capitalistas a escala mundial: llegaba la hora del capitalismo neoliberal. Capitalismo neoliberal que significaba el más sistemático ataque a las conquistas de los trabajadores.
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El retorno a condiciones laborales del siglo XIX fue un poco la forma de graficar lo que estaba ocurriendo: la pérdida de la estabilidad laboral, la flexibilización de los contratos, el aumento dramático de los índices de desempleo, la privatización de empresas públicas, jubilaciones y parte del sistema educativo, etc.
El retorno a condiciones laborales del siglo XIX fue un poco la forma de graficar lo que estaba ocurriendo: la pérdida de la estabilidad laboral, la flexibilización de los contratos, el aumento dramático de los índices de desempleo, la privatización de empresas públicas, jubilaciones y parte del sistema educativo, etc.
Estas fueron sólo una parte de las medidas que se llevaron adelante para quitarle una tajada creciente de su trabajo a la clase obrera mundial: la parte de su trabajo no pagado que había debido serle “devuelta” como tributo a la Revolución Rusa de décadas atrás. Esto en la lógica del sistema “dar algo para no perderlo todo”.
Como decíamos, a comienzos de los años ’80, Margaret Thatcher presentó estas medidas como una especie de (inexorables) “leyes de la naturaleza” del sistema con su famosa frase “no hay alternativa”; frase que dio lugar a su famoso apodo: T.I.N.A (“There is no alternative”, por las iniciales en inglés).
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Supuestamente, no habría alternativa al capitalismo ahora en su fase neoliberal. Por todo el globo se expandieron este tipo de medidas, como también observamos en nuestro país y Latinoamérica toda. Medidas inicialmente impuestas –en nuestra región– mediante la sangre y el fuego de terribles dictaduras.
Supuestamente, no habría alternativa al capitalismo ahora en su fase neoliberal. Por todo el globo se expandieron este tipo de medidas, como también observamos en nuestro país y Latinoamérica toda. Medidas inicialmente impuestas –en nuestra región– mediante la sangre y el fuego de terribles dictaduras.
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En este marco, los Estados Unidos fue el país que más agudamente encarnó –mundialmente– esta ofensiva y “modelo”. La caída del “comunismo” a comienzos de los ’90, venía como a ser la confirmación de que “la historia había llegado a su fin”: la libertad de mercado y la democracia de los ricos eran la máxima forma de organización social a la que podía aspirar la humanidad...
En este marco, los Estados Unidos fue el país que más agudamente encarnó –mundialmente– esta ofensiva y “modelo”. La caída del “comunismo” a comienzos de los ’90, venía como a ser la confirmación de que “la historia había llegado a su fin”: la libertad de mercado y la democracia de los ricos eran la máxima forma de organización social a la que podía aspirar la humanidad...
Y en el centro de todo esto aparecía Estados Unidos como potencia imperialista hegemónica. Sólo se podía hablar de historia para atrás: hacia delante, ya no habría “novedades”: la historia (y con ella la clase obrera y la mismísima lucha de clases) había terminado...
Con el comienzo del siglo XXI esto comenzó a ser cuestionado: con la movilización “globalifóbica” en la ciudad yanqui de Seattle, la expansión del movimiento antiguerra en el norte del mundo y el ciclo de las rebeliones populares latinoamericanas. Pero hacia finales de esta década esto parecía tender a “apagarse”...
Y sin embargo, la creciente crisis financiera y economía internacional, que venía desarrollándose de manera más o menos “lenta” y mediatizada desde hace dos años, parece amenazar con producir ahora un vuelco dramático en la situación internacional.
Porque, característicamente, en el país centro mismo del capitalismo imperialista ¡ha terminado estallando la crisis financiera y económica más dramática desde los años ’30 del siglo pasado! No todos los días ocurre algo así.
El retroceso hegemónico de los Estados Unidos
Esta crisis creciente del lugar hegemónico económico y político de Estados Unidos encontró ayer, en el discurso del mismísimo George Bush, un dramático reconocimiento: “El mercado no está funcionando adecuadamente. Hay una pérdida de confianza generalizada. Estados Unidos puede caer en un pánico financiero generalizado” (G.W.Bush, La Nación, 25-09).
Con el abierto reconocimiento del posible quebranto de la economía yanqui (si es que no se aplica un masivo paquete de fondos desde el Estado), lo que quedó en cuestión es toda la configuración de la economía mundial en los últimos 30 años. Configuración cuya ideología rezaba que “la mano invisible del mercado” era la que “regulaba” y ponía en su “justo” lugar cada “componente” que hace al funcionamiento de la economía...
Como un “mentis” a todo esto, el presidente yanqui que más fracasos ha acumulado desde Nixon (perdió la guerra de Vietnam y renunció anticipadamente por un escándalo a comienzos de los ‘70), tuvo que reconocer que la economía yanqui “peligraba” y que el multimillonario rescate económico (700.000 millones de dólares) debía ser de inmediato aprobado so pena del colapso de todo el sistema financiero norteamericano (y mundial).
A estas alturas, lo que Bush vino a confirmar, es que se están verificando las peores previsiones alrededor de la crisis financiera y económica mundial. Dinámica que ha sido hacia una creciente profundización de la crisis financiera y económica internacional, con todos los analistas caracterizándola a estas alturas como la más grave desde la famosa crisis del ’29!
Porque a una crisis financiera que no deja de cobrarse víctimas de enorme importancia (habiéndose literalmente tragado ya a todos los llamados “bancos de inversión” yanquis), se le vienen a sumar los efectos combinados de una tendencia creciente en la inflación mundial y presiones hacia una recesión económica internacional que parece cada vez más inevitable. Repetimos: Estados Unidos vive la crisis financiera más grave desde el ’29, crisis financiera que por ser de este país, evidentemente, no podría dejar de ser internacional.
Pero a la restricción crediticia se le suma la del deterioro en la economía real: es sólo por una razón estadística que no se esté reconociendo que este país ya está en una profunda recesión. Además, en el mismo sentido se encaminan los principales países de la Europa imperialista y Japón. Y si en la tríada hay esta situación, no hay China ni India que pueda ayudar a escapar al resto del mundo de la misma.
Al quebranto económico hay que sumarle otro elemento de enorme importancia: porque en el fondo, en el centro de la crisis, lo que está en cuestión, es el lugar económico y político de los Estados Unidos como centro hegemónico del capitalismo imperialista mundial.
Es esto lo que se está expresando alrededor de una serie de elementos de crisis creciente en el sistema de Estados en el ámbito mundial.
Esto sin que, claro está, se pueda observar solución a la vista del problema. “Soluciones” que nunca han sido evolutivas ni pacíficas: siempre han derivado en enfrentamientos, guerras y asimismo revoluciones de enorme magnitud.
Al capitalismo hay que derribarlo
Toda la configuración actual del sistema capitalista podría haber quedado puesta en cuestión: “En país tras país, la reacción a los colapsos financieros y los rescates del gobierno norteamericano en las últimas semanas, es cuestionar el liderazgo económico de Estados Unidos y revisar políticas que se apegan al modelo estadounidense” (The Wall Street Journal, tomado de La Nación, 25-09-08).
En términos socialistas revolucionarios, es el mismísimo sistema (y no simplemente un “modelo” como dicen los centroizquierdistas) el que ha quedado cuestionado. Porque es el propio sistema capitalista el que en todas sus “formas” está determinado por una ley que lo lleva a crisis periódicas: ¡el hambre insaciable de ganancias crecientes! Ganancia creciente que a cada paso tiende a ser socavada. Sea por la lucha de los trabajadores, sea por demasiados gastos en inversión, sea por una producción que no encuentra mercado, sea por una crisis financiera generalizada o más bien por una combinación de todos los elementos mencionados.
Pero sin embargo, para terminar con el capitalismo, nunca ha alcanzado con sus crisis periódicas. Por más profundas que éstas sean, nunca se “derrumbará” por sí solo. Por el contrario, es absolutamente imprescindible la acción revolucionaria de las masas obreras y populares. Si esto no ocurre, no hay crisis “definitiva” sin salida del sistema, que valga. Porque el capitalismo mundial, como sabiamente decía el viejo Lenin, de una u otra forma, siempre se termina recuperando.
Pero esto no hace menos dramático el vuelco que parece estar viviéndose en estos días: una crisis en la configuración de la economía mundial de los últimos 30 años; crisis que es trasmitida a todo el mundo ni más ni menos que desde el centro mismo de la economía mundial. Una crisis que de seguir profundizándose, va a terminar tiñendo decisivamente toda la situación económica y política mundial (y por lo tanto, también regional) de una manera todavía difícil de precisar.
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