Una gran experiencia que hay que poner al servicio de la nueva generación obrera
En junio de 1970, preso en el penal de Rawson, Agustín Tosco, dirigente de Luz y Fuerza de Córdoba y una de las figuras más destacadas del Cordobazo escribió: “Se me ha pedido que escriba un artículo sobre el Cordobazo. Creo que lo que hay que escribir sobre este hecho de real trascendencia histórica, especialmente para Argentina y América Latina, es un libro. Porque son muchas, variadas y complejas, distantes e inmediatas las causas que produjeron la circunstancia sociológica-política del Cordobazo”. Desde entonces se ha escrito mucho más que un libro, no sólo sobre las causas sino también sobre sus consecuencias. De ahí que a cuarenta y tres años de producida esta movilización semi-insurreccional es importante mantenerla en la memoria de las nuevas generaciones de luchadores obreros. Pero no puede ser una reivindicación a-crítica desligada de las tareas estratégicas que están planteadas para la vanguardia obrera actual.
La emergencia de la “nueva izquierda”
El Cordobazo abrió una nueva situación política en el país y puso en el centro de la escena a la clase obrera. La vanguardia surgida de sus filas, a diferencia de los actuales activistas, va a encadenar sus fuerzas y su acción a la experiencia que traían muchos viejos luchadores obreros de la Resistencia Peronista que a mediados de los 50 enfrentó al gobierno militar de Aramburu-Rojas y luego a Arturo Frondizi, que había llegado a la presidencia de la Nación con los votos peronistas. En este sentido, la actual generación de luchadores obreros debe partir de un nivel diferente (e inferior) en cuanto a experiencias políticas y sindicales.
Con el Cordobazo dio un salto la radicalización de esta nueva camada de luchadores que se iba forjando bajo el autoritarismo y la represión de las dictaduras de Onganía y Lanusse. Esta radicalización va a dar lugar al surgimiento de nuevas organizaciones de la izquierda revolucionaria y una nueva, aunque equivocada, interpretación del peronismo. A mediados de la década del 60, la Revolución Cubana comienza a proyectar su influencia sobre la juventud estudiantil y activistas fabriles, que comienzan a ver en la organización guerrillera el motor de la revolución. Estas organizaciones no tendrán influencia directa durante el Cordobazo. Pero luego se irán fortaleciendo, fundamentalmente la guerrilla peronista Montoneros y el frentepopulismo del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que significaron uno de los principales obstáculos para pelear por la autoorganización obrera y la independencia política de clase.
En este sentido, el trotskysmo, desde el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), dio una fuerte pelea política contra estas concepciones desde una óptica marxista, proponiendo la construcción de un partido obrero revolucionario. El PST se desarrolló a escala nacional como organización de vanguardia, implantado en los centros fabriles y el movimiento estudiantil, dirigiendo comisiones internas y cuerpos de delegados, codo a codo con los activistas de otras organizaciones (e hilvano aciertos y errores).
El activismo fabril, con fuertes características clasistas, que había dado sus primeros pasos en las grandes fábricas automotrices de Córdoba, como FIAT, Grandes Motores Diesel, Thompson Ramco, Káiser y Perkins, se fue extendiendo a los demás gremios. Logró ganar la dirección de sindicatos como el de los trabajadores del Ingenio Ledesma, el sindicato de Farmacia, el de Gas del Estado y el gremio del Calzado de Córdoba entre otros. Importantes seccionales como el SMATA de Córdoba y luego la UOM de Villa Constitución. Y comisiones internas de fábricas metalúrgicas, autopartistas, textiles y del vidrio.
El peronismo y las elecciones de 1973
El peronismo fue visto por la mayoría de los jóvenes activistas como una alternativa para avanzar hacia el socialismo. Los cantos de sirena del general Perón llegaban desde el exilio madrileño alabando a las llamadas “formaciones especiales” que desarrollaban la lucha armada, mientras hacia un guiño a la burocracia sindical y preparaba el terreno para su vuelta. Ante la magnitud del ascenso obrero, la burguesía se orientó hacia una apertura electoral, como válvula de escape que permitiera estabilizar al régimen. Las elecciones provocaron fuertes discusiones en la vanguardia obrera. Montoneros llamó a votar al peronismo y los sectores ultras como el maoísta Partido Comunista Revolucionario plantearon la abstención. Lo cierto es que el movimiento de masas se volcó hacia el proceso electoral, viendo en las elecciones la posibilidad de tener a Perón nuevamente en el gobierno. El PST propuso a Tosco y a Armando Jaime, dirigente de la CGT de Salta y miembro del Peronismo de Base, encabezar una lista de candidatos obreros que denunciara la trampa democrática-burguesa, y llamara a la movilización y la lucha por la independencia de clase y el socialismo. Tosco y Jaime se negaron y se perdió la oportunidad de nuclear, en forma unitaria, a la vanguardia desde una tribuna clasista. El PST, no obstante, presentó sus candidatos más representativos.
Con Perón en el gobierno, se consolida la reacción burguesa y comienza un nuevo ataque contra la vanguardia obrera. Que a pesar del giro represivo continuó luchando, mientras las bandas fascistas de la Triple A asesinaban a cientos de militantes de izquierda (ver en esta misma edición el homenaje a los compañeros asesinados en la “Masacre de Pacheco”).
Luego del Rodrigazo en junio de 1975, que produjeron las Coordinadoras Fabriles, independientes de los “cuerpos orgánicos” de la burocracia sindical, Isabel Perón en la presidencia será incapaz de resolver la crisis económica y contener el ascenso obrero. La burguesía y el imperialismo yanqui organizan entonces el golpe militar genocida de marzo de 1976, con la complicidad del partido radical y otros, contando también con sectores de la propia burocracia sindical peronista.
Hacia una nueva perspectiva obrera
Los límites políticos de aquella vanguardia setentista no pueden marcarse sin tener en cuenta las orientaciones de las principales organizaciones que actuaban en el seno del activismo fabril y otros sectores de trabajadores. En este sentido, como dijimos al principio, la guerrilla fue un permanente obstáculo en la pelea por la independencia de clase y el desarrollo de organismos de autoorganización obrera. “Hay que hacer volar el techo sindical”, decían los militantes de Montoneros, graficando con esas palabras que el salto de lo sindical a lo político era a través de la guerrilla. Por otra parte, la concepción guerrillerista presuponía un aparato militar que sustituía el rol de la clase obrera en la construcción de los organismos de poder obrero que fueran la dirección del proceso revolucionario. Todo eso para conducir a los trabajadores a confiar en el general Perón. El ERP, por su lado, también despreciaba el método asambleario como germen de la autoorganización de los trabajadores, realizando acciones militares alejadas de la realidad que vivían los obreros cotidianamente. Siguiendo la orientación del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), valiosos activistas obreros dejaron sus lugares de trabajo para internarse en el monte tucumano o preparar atentados contra jefes de personal o unidades militares.
Sin duda, la tarea de avanzar en la independencia de clase debe ser el norte de los jóvenes activistas que hoy se incorporan a la lucha contra la patronal y la burocracia.
Esta pelea en la actualidad tiene que tender a retomar los métodos que la vanguardia del Cordobazo llevó adelante. La huelga y la ocupación de las fábricas, en muchos casos con rehenes, fueron habituales en aquellos años. Si las actuales condiciones todavía son muy diferentes a las de cuatro décadas atrás, el hecho es que la actual generación de activistas debe tender a superar la conciencia “legalista”, así como la presión ejercida desde el derecho burgués y la sacrosanta propiedad privada.
Los jóvenes obreros de la etapa del Cordobazo se encontraban a menudo en las fábricas con compañeros más grandes que habían participado en alguna huelga o habían sido delegados de base en algún momento. Estos les trasmitían sus experiencias en la lucha contra la patronal y los dirigentes “vendidos”. De esta manera, la nueva camada de luchadores se fortalecía. Hoy, los nuevos delegados y activistas tienen que hacer su camino en otras condiciones. Sobre todo, porque ya no están aquellos “viejos” que los “aviven” en la pelea. La tarea es ardua y no siempre grata. Pero esta nueva generación surge en la etapa abierta por las rebeliones populares y en medio de la mayor crisis económica del sistema capitalista. Se abren entonces grandes posibilidades de recomponer a la clase obrera sobre otras bases políticas y sindicales.
La generación del Cordobazo se batió heroicamente hasta que fue prácticamente aniquilada por la represión. Tamaña lucha ha dejado experiencias que los luchadores, en la actualidad, tienen que conocer y balancear, para hacerla una herramienta más en el camino de la recomposición.
En junio de 1970, preso en el penal de Rawson, Agustín Tosco, dirigente de Luz y Fuerza de Córdoba y una de las figuras más destacadas del Cordobazo escribió: “Se me ha pedido que escriba un artículo sobre el Cordobazo. Creo que lo que hay que escribir sobre este hecho de real trascendencia histórica, especialmente para Argentina y América Latina, es un libro. Porque son muchas, variadas y complejas, distantes e inmediatas las causas que produjeron la circunstancia sociológica-política del Cordobazo”. Desde entonces se ha escrito mucho más que un libro, no sólo sobre las causas sino también sobre sus consecuencias. De ahí que a cuarenta y tres años de producida esta movilización semi-insurreccional es importante mantenerla en la memoria de las nuevas generaciones de luchadores obreros. Pero no puede ser una reivindicación a-crítica desligada de las tareas estratégicas que están planteadas para la vanguardia obrera actual.
La emergencia de la “nueva izquierda”
El Cordobazo abrió una nueva situación política en el país y puso en el centro de la escena a la clase obrera. La vanguardia surgida de sus filas, a diferencia de los actuales activistas, va a encadenar sus fuerzas y su acción a la experiencia que traían muchos viejos luchadores obreros de la Resistencia Peronista que a mediados de los 50 enfrentó al gobierno militar de Aramburu-Rojas y luego a Arturo Frondizi, que había llegado a la presidencia de la Nación con los votos peronistas. En este sentido, la actual generación de luchadores obreros debe partir de un nivel diferente (e inferior) en cuanto a experiencias políticas y sindicales.
Con el Cordobazo dio un salto la radicalización de esta nueva camada de luchadores que se iba forjando bajo el autoritarismo y la represión de las dictaduras de Onganía y Lanusse. Esta radicalización va a dar lugar al surgimiento de nuevas organizaciones de la izquierda revolucionaria y una nueva, aunque equivocada, interpretación del peronismo. A mediados de la década del 60, la Revolución Cubana comienza a proyectar su influencia sobre la juventud estudiantil y activistas fabriles, que comienzan a ver en la organización guerrillera el motor de la revolución. Estas organizaciones no tendrán influencia directa durante el Cordobazo. Pero luego se irán fortaleciendo, fundamentalmente la guerrilla peronista Montoneros y el frentepopulismo del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que significaron uno de los principales obstáculos para pelear por la autoorganización obrera y la independencia política de clase.
En este sentido, el trotskysmo, desde el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), dio una fuerte pelea política contra estas concepciones desde una óptica marxista, proponiendo la construcción de un partido obrero revolucionario. El PST se desarrolló a escala nacional como organización de vanguardia, implantado en los centros fabriles y el movimiento estudiantil, dirigiendo comisiones internas y cuerpos de delegados, codo a codo con los activistas de otras organizaciones (e hilvano aciertos y errores).
El activismo fabril, con fuertes características clasistas, que había dado sus primeros pasos en las grandes fábricas automotrices de Córdoba, como FIAT, Grandes Motores Diesel, Thompson Ramco, Káiser y Perkins, se fue extendiendo a los demás gremios. Logró ganar la dirección de sindicatos como el de los trabajadores del Ingenio Ledesma, el sindicato de Farmacia, el de Gas del Estado y el gremio del Calzado de Córdoba entre otros. Importantes seccionales como el SMATA de Córdoba y luego la UOM de Villa Constitución. Y comisiones internas de fábricas metalúrgicas, autopartistas, textiles y del vidrio.
El peronismo y las elecciones de 1973
El peronismo fue visto por la mayoría de los jóvenes activistas como una alternativa para avanzar hacia el socialismo. Los cantos de sirena del general Perón llegaban desde el exilio madrileño alabando a las llamadas “formaciones especiales” que desarrollaban la lucha armada, mientras hacia un guiño a la burocracia sindical y preparaba el terreno para su vuelta. Ante la magnitud del ascenso obrero, la burguesía se orientó hacia una apertura electoral, como válvula de escape que permitiera estabilizar al régimen. Las elecciones provocaron fuertes discusiones en la vanguardia obrera. Montoneros llamó a votar al peronismo y los sectores ultras como el maoísta Partido Comunista Revolucionario plantearon la abstención. Lo cierto es que el movimiento de masas se volcó hacia el proceso electoral, viendo en las elecciones la posibilidad de tener a Perón nuevamente en el gobierno. El PST propuso a Tosco y a Armando Jaime, dirigente de la CGT de Salta y miembro del Peronismo de Base, encabezar una lista de candidatos obreros que denunciara la trampa democrática-burguesa, y llamara a la movilización y la lucha por la independencia de clase y el socialismo. Tosco y Jaime se negaron y se perdió la oportunidad de nuclear, en forma unitaria, a la vanguardia desde una tribuna clasista. El PST, no obstante, presentó sus candidatos más representativos.
Con Perón en el gobierno, se consolida la reacción burguesa y comienza un nuevo ataque contra la vanguardia obrera. Que a pesar del giro represivo continuó luchando, mientras las bandas fascistas de la Triple A asesinaban a cientos de militantes de izquierda (ver en esta misma edición el homenaje a los compañeros asesinados en la “Masacre de Pacheco”).
Luego del Rodrigazo en junio de 1975, que produjeron las Coordinadoras Fabriles, independientes de los “cuerpos orgánicos” de la burocracia sindical, Isabel Perón en la presidencia será incapaz de resolver la crisis económica y contener el ascenso obrero. La burguesía y el imperialismo yanqui organizan entonces el golpe militar genocida de marzo de 1976, con la complicidad del partido radical y otros, contando también con sectores de la propia burocracia sindical peronista.
Hacia una nueva perspectiva obrera
Los límites políticos de aquella vanguardia setentista no pueden marcarse sin tener en cuenta las orientaciones de las principales organizaciones que actuaban en el seno del activismo fabril y otros sectores de trabajadores. En este sentido, como dijimos al principio, la guerrilla fue un permanente obstáculo en la pelea por la independencia de clase y el desarrollo de organismos de autoorganización obrera. “Hay que hacer volar el techo sindical”, decían los militantes de Montoneros, graficando con esas palabras que el salto de lo sindical a lo político era a través de la guerrilla. Por otra parte, la concepción guerrillerista presuponía un aparato militar que sustituía el rol de la clase obrera en la construcción de los organismos de poder obrero que fueran la dirección del proceso revolucionario. Todo eso para conducir a los trabajadores a confiar en el general Perón. El ERP, por su lado, también despreciaba el método asambleario como germen de la autoorganización de los trabajadores, realizando acciones militares alejadas de la realidad que vivían los obreros cotidianamente. Siguiendo la orientación del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), valiosos activistas obreros dejaron sus lugares de trabajo para internarse en el monte tucumano o preparar atentados contra jefes de personal o unidades militares.
Sin duda, la tarea de avanzar en la independencia de clase debe ser el norte de los jóvenes activistas que hoy se incorporan a la lucha contra la patronal y la burocracia.
Esta pelea en la actualidad tiene que tender a retomar los métodos que la vanguardia del Cordobazo llevó adelante. La huelga y la ocupación de las fábricas, en muchos casos con rehenes, fueron habituales en aquellos años. Si las actuales condiciones todavía son muy diferentes a las de cuatro décadas atrás, el hecho es que la actual generación de activistas debe tender a superar la conciencia “legalista”, así como la presión ejercida desde el derecho burgués y la sacrosanta propiedad privada.
Los jóvenes obreros de la etapa del Cordobazo se encontraban a menudo en las fábricas con compañeros más grandes que habían participado en alguna huelga o habían sido delegados de base en algún momento. Estos les trasmitían sus experiencias en la lucha contra la patronal y los dirigentes “vendidos”. De esta manera, la nueva camada de luchadores se fortalecía. Hoy, los nuevos delegados y activistas tienen que hacer su camino en otras condiciones. Sobre todo, porque ya no están aquellos “viejos” que los “aviven” en la pelea. La tarea es ardua y no siempre grata. Pero esta nueva generación surge en la etapa abierta por las rebeliones populares y en medio de la mayor crisis económica del sistema capitalista. Se abren entonces grandes posibilidades de recomponer a la clase obrera sobre otras bases políticas y sindicales.
La generación del Cordobazo se batió heroicamente hasta que fue prácticamente aniquilada por la represión. Tamaña lucha ha dejado experiencias que los luchadores, en la actualidad, tienen que conocer y balancear, para hacerla una herramienta más en el camino de la recomposición.
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