¿Hacia una ruptura de la CGT?
A medida que pasan los días los ecos de la estatización parcial de YPF se van diluyendo y vuelven a emerger los problemas reales. El mas importante y motor de un creciente descontento popular es la escalada de los precios. Se trata de una cuestión que golpea día a día el bolsillo de los trabajadores. Tanto es así que una serie de estadísticas muestra que en los últimos meses el consumo popular ha tendido a caer ante el retraso de los salarios, cuando el consumo fue siempre uno de los "caballitos de batalla" K en los últimos años.
Eso conecta con otra cuestión que ya se está poniendo sobre la mesa: las negociaciones paritarias. La realidad es que ni desde el moyanismo ni de sus opositores en la CGT, y tampoco desde ambas CTA, se ha movido un dedo en los últimos meses en lo que tiene que ver con los reclamos que vienen desde abajo. A pesar de que el conjunto de las paritarias vienen atrasadas y del cacareo de Moyano y cía., la CGT no tomó una sola medida para respaldar sus reclamos frente al gobierno. Lo propio ha ocurrido desde la CTA Yasky, que se llamó a silencio desde que cerró el mísero acuerdo salarial de los docentes, y desde la CTA Micheli, que recién ahora anuncia una jornada nacional de lucha para el 8 de junio, sobre la que fijaremos posición oportunamente.
Es decir, ante el deterioro acelerado del salario, ninguna de las fracciones de la burocracia sindical ha movido un dedo hasta el momento. Si bien Caló, de la UOM, salió a convocar un paro de 24 horas, no sería la primera la vez que lo levanta sin conseguir nada concreto.
Y esto no se da precisamente porque las negociaciones vengan como por un tubo. La mayoría de las paritarias aparecen trabadas. De los gremios grandes, sólo Andrés Rodríguez de UPCN (estatales de la CGT) acaba de cerrar por el 22%, la cifra que quiere el gobierno. Pero las paritarias en metalúrgicos, bancarios, comercio y otros gremios vienen con más problemas. Estos gremios están pidiendo algún punto más y eso dificulta el acuerdo. Con los metalúrgicos, en realidad, prácticamente se ha acordado por un 22% pagadero en dos cuotas. Pero hay una cifra de 300 pesos que era no remunerativa y que se pretende que pase al básico, y la patronal está en contra. Ya en los casos de bancarios o comercio, la burocracia pide una cifra algo más alta y, además, se discute si los aumentos se extenderían a toda la escala salarial o sólo a los salarios iniciales y no al resto de la escala. En todo caso, ninguna de las burocracias ha convocado a medidas de lucha en regla ni, menos que menos, a un proceso democrático de elección de paritarios por la base para controlar todo el proceso, como debería ser.
En todo caso, la disputa por las paritarias y la falta de un gremio “testigo” como en otros años que facilite las cosas al gobierno, las patronales y la propia burocracia encierra un problema más de fondo: la futura conducción de la CGT.
La unidad del movimiento obrero pasa por un plenario nacional de delegados de base
El futuro de la CGT es un tema que también va a ir ganando relevancia en las próximas semanas. A estas alturas, lo más probable es que termine dividida. La burocracia de la CGT está prácticamente partida en dos alas: el moyanismo, que hoy reviste en la crítica al gobierno de Cristina, y el bloque armado entorno a los viejos “gordos” menemistas, que ahora juegan para el gobierno. Si Moyano quiere ir por un tercer mandato, los gordos quieren entronizar al metalúrgico Caló como recambio.
Al parecer, y cuando todavía faltan dos meses para el Congreso que debería elegir la nueva conducción, ya ha comenzado el juego de las impugnaciones cruzadas. Cuando esto ocurre, lo más probable es que se comience un proceso que lleve a la partición de la central sindical.
Por estas horas, al gobierno, subido a la ola de la estatización parcial de YPF, no se lo ve muy preocupado que digamos por el tema. Y menos que menos cuando los burócratas de todos los colores hacen declaraciones e incluso llegan a amenazar con medidas de fuerza, pero la sangre nunca llega al río. Las verdaderas luchas, las más de las veces, quedan en manos de la vanguardia independiente y la izquierda, como lo acaba de mostrar un relevamiento hecho desde el Observatorio del Derecho Social, que señala que las luchas independientes de los aparatos burocráticos en el sector privado, rondan un nada despreciable 13% del total desde 2007.
Daría la impresión de que para el gobierno una CGT partida en dos sería una suerte de “mal menor” frente a la posibilidad de que quede a su frente una conducción “crítica” de aspectos de la gestión gubernamental, como sería Moyano. Claro que nunca se puede descartar que finalmente se fume la pipa de la paz, como mil veces ha ocurrido. Pero no parece ser ese, al menos por ahora, el escenario más probable, salvo que sea Moyano el que retroceda, debido a que Cristina está, de momento, nuevamente en la cúspide de su popularidad.
Más bien, lo que parece posible es que en la CGT se repita lo ocurrido dos años atrás en la CTA. Cuando en septiembre de 2010 se realizaron las elecciones en esa central, caracterizadas por fraudes cruzados entre las dos alas de la burocracia (Yasky y Micheli), al parecer el michelismo se impuso por estrecho margen o, en todo caso, quedaron casi empatados. No hubo acuerdo para realizar nuevas elecciones y el gobierno, vía la justicia, le dio el aval a Yasky para seguir formalmente al frente de la central. Conclusión: emergieron dos CTA. Situación que, como es sabido, no puedo ser aprovechada como correspondía ante la negativa sectaria de sectores de la izquierda (PO y PTS) a apoyar la lista clasista convocada desde la asamblea de base en Fate.
Todo parece indicar, entonces, que este mismo esquema es el que seguiría ahora el gobierno respecto de la CGT. Mostrándose “prescindente”, avalaría la partición de la central obrera, de manera tal de debilitarla en su relación con el Ejecutuvo tal como hizo con la CTA.
Está claro que desde el punto de vista de los socialistas revolucionarios, la evaluación de lo negativo o positivo de la división de las centrales sindicales es algo táctico y no contiene ningún elemento de principios: no estamos atados a ninguna forma organizativa en particular, sólo a lo que facilita en cada caso la lucha y organización de los trabajadores.
Desde ya, nuestra aspiración es una central democrática de trabajadores que unifique al conjunto de la clase obrera argentina y, desde ese punto de vista, nos oponemos en general a la atomización de las organizaciones obreras (y a la maniobra del gobierno). Pero ni la CGT, ni mucho menos la CTA, son eso hoy. Más bien lo contrario: se trata de ámbitos en cuyas decisiones los trabajadores no tienen arte ni parte, y los pasos que dan sus dirigentes, de unidad o división, tampoco tienen nada que ver con ninguna necesidad real de la clase obrera. Si la CGT se va a dividir o mantener unificada, sólo tiene que ver con las peleas internas de la propia burocracia como casta ajena a la clase obrera y a su relación con el gobierno patronal de turno, en este caso, el kirchnerismo.
Por un lado, una CGT dividida queda debilitada en su relación con el gobierno. Pero, por el otro, contradictoriamente, debilita también a la burocracia en su conjunto en su relación con la base obrera; más allá de que hoy Moyano se pinte la cara de “combativo”.
Así las cosas, en realidad, la posición de los revolucionarios no tiene que ver con la unidad o división de la CGT actual tal cual es, sino con cómo democratizarla para que represente realmente a los trabajadores. El mismo criterio vale para la CTA y una eventual central unificada de conjunto. La unidad del movimiento obrero sólo puede pasar por un Congreso o Plenario Nacional de Delegados de Base que le den expresión real a esa unidad.
Son las bases obreras las que tienen que votar la dirección
El moyanismo dice querer que se realice el Congreso y que allí “se vote democráticamente” quién conduce; agregan que esto sería un “hecho sin precedentes”, “un avance en la democratización del movimiento obrero”… Pero esto es pura cháchara. Es verdad que el sector de los gordos quiere llegar, si llega, a un congreso con “acuerdo”, en el que sale Moyano, entra Caló y que no se vota nada. Incluso más: ya están impugnando judicialmente la convocatoria al congreso hecha en el último Confederal (organismo de la CGT que agrupa a los secretarios generales de los gremios) que recientemente hizo Moyano. Un típico paso previo para la ruptura.
Pero la propuesta de Moyano de “votar” en el congreso tampoco tiene nada de democrática. Esos famosos congresos no son más que un ámbito donde se juntan 2.000 o 3.000 “delegados de los gremios”, el 100% de ellos representativos de la burocracia, sin nada que ver realmente con la base obrera. El mecanismo del Congreso no es ni siquiera parecido a la introducción de métodos de la democracia burguesa en los sindicatos como ha hecho la CTA, donde por intermedio del método del voto secreto de los afiliados se pretendió dar un barniz de “democratización” a lo que en realidad es una pelea de aparatos muy parecida a una elección burguesa. Ya vimos cómo terminó dos años atrás.
Una real alternativa de democracia obrera no es el dedo de la burocracia (como caracteriza a la CGT), pero tampoco los métodos podridos de la CTA que llevaron a su partición. Es algo completamente distinto que, por supuesto, la burocracia nunca va a hacer motu proprio: los métodos de verdadera democracia obrera. Por ejemplo, la convocatoria a un Congreso de Delegados de Base de todo el movimiento obrero para que sea este organismo, mandatado desde las bases, el que elija la dirección de la CGT. Ésta sería la forma realmente democrática de dirimir la cuestión, algo que en sus décadas de historia la burocracia de todos los colores siempre ha evitado como la peste: que las bases obreras se puedan expresar libremente.
-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario